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Manifiesto de Gabriel Mendoza: “En Graneros todos me dicen el Pelao Mendoza”

Mi infancia fue con las necesidades, falencias de cualquier niño… yo digo que no fui tan pobre porque uno después ve la pobreza y esa es no es tener luz, no tener agua, no tener baño. Mi pieza era de piso de tierra, pero había casas en situaciones peores que uno. Mi infancia fue maravillosa, sacrificada, sacrificio total.

Yo nací en Sewell. Soy Sewellino, uno de los pocos tantos, mil y tantos, que podemos decir que nacimos en Sewell. En el campamento La Escalera. Pero a los cinco años se divorciaron mis papás. Me fui a vivir con mis abuelos, y mis abuelos bajaron a Graneros. Me siento honrado de ser de este pueblo maravilloso. Vivo ahí.

La disciplina de un europeo al que no se le entendía nada y al cual yo conocí antes de llegar a la pretemporada porque me citó a su departamento ya que me quería conocer. Eso fue impactante, de mucho nerviosismo el encuentro de Mirko Jozic. Llegué muy asustado. Pero a la vez cuando apareció, fue como una imagen iluminada. Me apareció el Iluminator, el hombre que me dio la energía, la confianza, la seguridad. Me dio la fuerza, me dio más garra que la que tenía, y la posibilidad de ser que lo que logré y lo que fui ese año 91.

Nosotros habíamos terminado un proceso con O’Higgins de Rancagua en una liguilla de Copa Libertadores que, afortunadamente, no se dio a favor nuestro en el caso de O’Higgins. Íbamos ganando 1-0 y estábamos clasificando a Copa Libertadores del año 91. Y nos empata al último minuto Católica. Con eso ninguno de los dos clasificamos y sí clasificó Deportes Concepción, que estaba en la galería del estadio. Y ese fue el paso a Colo Colo. Por eso digo: cuando los astros se alinean… estaba todo preparado para lo que venía adelante porque eso me dio la oportunidad de llegar a Colo Colo el año siguiente.

“Me apareció el Iluminator, el hombre que me dio la energía, la confianza, la seguridad. Me dio la fuerza, me dio más garra que la que tenía”.

Me salía muy fácil irme de Graneros a La Leonera en vez de irme desde Santiago. Para mí fue deslumbrante llegar a la pretemporada. El hotel de La Leonera siempre lo conocí por fuera, porque desde niño fui a La Leonera, pero a bañarme al río. Nunca entré al hotel. Ese año tuve la posibilidad de llegar a ese hotel y a la gloria de ver a mis grandes ídolos y a mis grandes referentes, sobre todo el Chano, que era mi referente máximo por el puesto que jugaba. Él siempre cuenta la misma historia y la va a contar hasta el día de nuestra muerte: yo llegué al camarín y cuando me estaba vistiendo, lo miraba para el lado. Lo miraba, me estaba vistiendo, me estaba poniendo la camiseta, las medias, los zapatos y lo miraba y lo miraba. Hasta que cuando ya después con la confianza que se dio me dijo ‘oye indio ven pa’ acá. Siéntate a mi lado’. Me senté al lado. ‘¿Qué pasa Chano? ‘Tócame. Tócame ¿Viste que soy de carne y hueso? Pa’ qué me mirai así tan… soy de carne y hueso, soy igual que vos así es que anda a equiparte’.

El Chano, en la historia de Colo Colo, hubiera aparecido como el mejor lateral de todos los tiempos. Mi escalafón era Mario Galindo, el Chano Garrido, y en tercer lugar venia yo. Pero como el Chano pasó de líbero, chao, pa’ fuera. Entonces, está Mario Galindo y después vengo yo. Quedamos solamente dos.

Mirko llamaba en la pretemporada a los jugadores. Los iba llamando de a uno y les iba diciendo, por ejemplo a Morón: Morón, tú vas a ser titular este año y quiero que tú ordenes, que marques, que seas la palabra… y le daba indicaciones. El 92 me llamó al último y él me dijo ‘tú no eres un jugador normal para mí. Tú eres el hijo que perdí en la guerra’. Y eso me erizó, al igual que ahora. Le pregunté por qué me decía eso. Me dijo que yo no era un jugador, que yo era su hijo, y que donde estuviera yo iba a ir con él. Y la típica del chileno: nos arrancamos de la concentración y habíamos tenido la conversación en la tarde. Nos arrancamos en Codegua. Veníamos de jugar en España… ¡Arráncate en Madrid poh! Pero nos arrancamos en Codegua. Cuando llegamos, me mandaron al frente y me dijeron que fuera a hablar con Mirko. Tengo latente el recuerdo de que me dijo que todo lo que hablamos en esa tarde ‘olvídalo. Lo perdiste todo en una noche’. Así fue. No fue lo mismo, era un jugador más. Si me tenía que sacar a los 20 minutos me sacaba. El 92 cambió la mano.

Coca se hizo muy reconocido, mi sobrenombre, con el tiempo. Cuando llegué a las cadetes de O’Higgins, un compañero, el típico compañero del camarín, el chistoso, el de las tallas, que es el Loro (Luis) Medina, que siempre se lo adjudico, y que jugaba de lateral derecho, él me puso Coca Guazzini. Yo sé que ella es una actriz maravillosa, además de talentosa, es muy bella. Creo que se debe sentir un poco, ojalá que no, molesta. Ojalá que no se moleste porque es otra cosa y el Coca en el fútbol es otra cosa. Pero por eso me pusieron Coca, por esa actriz. Porque yo, delgado de cara, tenía otro corte de pelo…. Ahora, el que me dice Pelao, es de mi pueblo. En Graneros todos me dicen el Pelao Mendoza.

“Porque yo, delgado de cara, tenía otro corte de pelo… el Loro Medina me puso Coca Guazzini”.

El 2005, cuando estaba en La Granja VIP, Mirko Jozic llegó a Colo Colo y reclutó a muchos del 91 para poder trabajar en las cadetes. Él preguntó por mí y le contaron. «Este muchacho loco no cambia, no cambia, muchacho loco ¿qué está haciendo ahí?», dijo. Terminó el reality, estuve una semana afuera, y lo vine a ver porque Mirko se devolvía a Croacia. Y lo vine a ver al hotel. Y cuando veo a Zorana, ella se puso muy contenta y me dijo que Mirko se había acordado harto de mí, y yo le dije que me he acordado de él. Y me dijo que ya venía. Y fui a verlo al ascensor, me vio Mirko, salió del ascensor, y nos pusimos a llorar los dos. Y eso demuestra el afecto que nos tenemos, que hasta hoy me emociona, y que el cariño perdura.

Tiene pacto con el diablo Mirko. No cambia. Yo le dije ‘Mirko, ¿qué hacís? Dame esa receta’. Me dijo: ‘ya te la di’. Y no sé… yo creo que sí.